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CRITICA TEATRAL

 

LA LECCIÓN DE IONESCO

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

En el Patio de Comedias se está presentando la obra  de  Eugene Ionesco realizada por Teatro Ensayo Gestus. Ionesco surge como reacción al teatro realista, influido por el dadaísmo, se preocupa de lo que le ocurre al ser humano en su interior en un contexto social de incomunicación. Por lo que, el lenguaje de sus personajes son repeticiones de lugares comunes que, muchas veces pueden escaparse del sentido de la literalidad, dando énfasis a lo que fundamentalmente importa: la experiencia vital del individuo.

La Lección, es una obra de un solo acto, en la que se plantean las relaciones de domino entre un Profesor y su alumna. ¿Tiene alguna relación con nosotros? Indudablemente, al acto sistemático de la pedagogía que caracteriza a nuestra época, está comparada al asesinato que realiza este Profesor obsesionado en una enseñanza carente del principio de comunicación bilateral.

En el montaje, de Bernardo Menéndez, este conflicto se muestra en un escenario que impresiona por el contraste de blanco, negro y rojo, el piso cubierto por una tela con franjas blancas y negras como un tablero de un ajedrez arbitrario, dos sillas alrededor de una mesita, la una de tres patas y con su espaldar calado, la otra con un espaldar oblicuo, que acentúa la perspectiva del escenario. El telón blanco de fondo con una puerta de entrada (cortina roja) a la derecha y una ventana a la izquierda, a continuación una grada que conduce a los interiores de la casa. En primer plano, lateral derecho, la puerta de entrada a la casa del Profesor.

Los trajes de los personajes adultos (el Profesor y su criada) blancos también, él con un corbatín y un pañuelo rojos, ella con un pequeño delantal a cuadros. La joven estudiante con sombrerito blanco y un pañuelo largo, rojo. La iluminación en luz constantemente blanca, acompaña con cambios de intensidad las variaciones de situación que viven los personajes.

La primera impresión que se tiene, es que estamos frente a un acto teatral, por lo tanto, que tiene convenciones, donde hay actores reales que hacen cosas irreales, evoca un cuadro de Dalí, al que el espectador tiene que interpretarlo. La planta de movimientos, consecuente con esta surrealidad, marca la trayectoria, totalmente angular, de los dos adultos, como si se trataran de soldados que desfilan en escuadras. Se podría decir que todo el montaje está minuciosamente marcado y definido con precisión.

El espectáculo es un ciclo que inicia con la música rítmica de un dibujo animado de Buck Bonny, y concluye de similar manera, recuerda las cajitas de música que al abrirse una bailarina gira mecánicamente. La música durante la obra cumple diferentes funciones: marca el ritmo descrito por los personajes en sus movimientos y acciones, evoca sonidos o músicas esteroetipadas, a veces estimula a la reacción de los personajes, representa llamados, voces, timbres, y cuando se requiere ambientar para crear suspenso acude la música a la situación.

Los actores hacen un importante trabajo gestual, recurriendo a todo su cuerpo, se pueden ver manos muy expresivas, facialidad que juega con máscaras que sugieren emociones. Posturas corporales y un buen dominio del manejo de posiciones, para lo que Virgilio Antonio Valero muestra mucha desenvoltura. Los gestos de los personajes son muy limpios, expresivos y con mucha variedad. La escena de la espera de la estudiante, que realiza Sara Cevallos, es el ejemplo de la imagen del transcurrir el tiempo lograda con gestos marcados con precisión. Resulta interesante el contraste entre la criada y el Profesor, este por el trabajo corporal del actor, proyecta físicamente la personalidad de un hombre pequeño, reprimido, tímido, lleno de complejos, obsesionado; la criada, con un peinado alto de triple moño, agiganta su figura, severa, sabia, preventiva. Sin embargo, nada podrá detener a la fuerza de la obsesión. En sus voces los actores, reflejan un conocimiento minucioso de los objetivos de los personajes, juegan con tonos, volúmenes, reiteraciones, duración de los fonemas, dentro de la línea de sus intenciones, que se fraccionan de acuerdo con la lógica del teatro del absurdo y de la credibilidad de las situaciones que representan. Se destaca la voz sonora y de dicción clara de la actriz Marina Salvarezza.

En general el trabajo demuestra un dedicado estudio del texto, conocimiento de lo que es el absurdo y un nivel profesional importante; la limpieza gestual caracteriza el esfuerzo realizado por el elenco. En el montaje se han incorporado algunas frases que no son de Ionesco, pero no hay un abuso de ellas, en todo caso ayudan a acercar las situaciones a nuestra sociedad.

La Lección de Ionesco es una muestra de un trabajo con calidad. Es un trabajo que recomendamos ver y con el que hemos disfrutado y reflexionado. Nos alegramos de haber recibido a este grupo de actores, aunque por una temporada tan corta.

 

Pie firme.

 

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Q.E.P.D

 

Por Cristian Cortez

 

 

Mención de honor en el Concurso Nacional de Teatro, 1968, Q.E.P.D. (Que en paz descanse) es, sin dudas, una de las obras más representativas de J.M.Q. desde su estreno en el 69 ha sido llevada a escena innumerables veces, con diferentes elencos, el más reciente: Virgilio Antonio Valero y Monse Serra, del Teatro Ensayo Gestus, que escogió la pieza para representar a nuestro país en el , XII Festival de Teatro de La Habana.

 

El matrimonio Ruibarbo (Simón y Enriqueta), quienes, recién fallecidos en un accidente de tránsito, tienen la posibilidad de reflexionar sobre sus propias (y decadentes) vidas. Esa es la premisa sobre la cual se desarrolla esta farsa macabra y fue abordada por Gestus con una estética sobria. La escenografía en blanco y negro, el piso de ajedrez y el juego de luces y sombras, le dieron un toque “fashion”, sumado a la pantalla gigante donde proyectaron imágenes, -a veces relacionadas con los momentos dramáticos de la obra, y en otras, que solo desviaban la atención-. El look de los setentas,  los vestuarios impecables, de estos muertos en vida, que se van descomponiendo y con los trozos de ropa que se arrancan, se desenmascaran sacando a relucir sus venas y sus más íntimos secretos.

 

El texto fue respetado hasta la última coma, con minuciosa dicción. No así las acotaciones, la inmovilidad sugerida por el autor fue reemplazada por una planta de movimientos impecable, casi coreográfica.

A pesar que las actuaciones fueron equilibradas, nadie fue mejor que nadie, lo que fue un mérito para Serra, ya que  no desentonó junto al experimentado Valero, tengo mis reparos en cuanto al casting o el criterio ante el cual los grupos locales escogen al elenco, o en el caso del Gestus, a la obra. Es decir, que, a ratos, me cuesta creer ellos dos sean dos viejos “encopetados” y eso, desde mi perspectiva, eso debilita la verosimilitud. Alguna vez leí a un crítico peruano que decía “¿Por qué a todos los actores nacionales (del Perù), cuando se ponen un smoking se los ve como disfrazados? Algo de eso sentí por momentos en Q.E.P.D.

 

Pero el saldo sigue siendo a favor, Gestus entrega un producto impecable y lo más importante es que en Cuba se pudo conocer el teatro de J.M.Q, donde fue comparado por la crítica al de Abelardo Estorino o Antón Arrufat, “por sus búsquedas divergentes pero marcadas, por su afán de cambio y vanguardia”.

 

 

 

Todos los derechos reservados, El Apuntador, 2005

 

 

 

 

http://www.habanaradio.cu/singlefile/?secc=148&subsecc=148&id_art=20091105193138

 

HABANA RADIO

13. Festival Internacional de Teatro de La Habana / Cobertura Especial

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Pervertimiento, Teatro Ensayo Gestus

(2009/11/05)

Por: Marilyn Garbey garbeymarilyn@yahoo.es

 

Teatro Ensayo Gestus regresa a Cuba, una isla donde ya es habitual su presencia en eventos teatrales. Ahora traen Pervertimento, una pieza del reconocido dramaturgo español José Sanchis Sinisterra.

Se trata de adentrarse en las interioridades de un montaje teatral, pero sobre todo, en el alma de los actores que la interpretan. El dramaturgo descubre al espectador sucesos que, habitualmente, este desconoce. Por ejemplo,  las acomodadoras suben a escena para cuestionarse los objetos que forman parte de la escenografía. O el encargado de la limpieza también es “encargado” de describirle al público la escena que debería presenciar la cual, no se sabe por qué razón, no es representada en el escenario.

Resumiendo, se trata del viejo recurso del teatro dentro del teatro, al cual Sanchis Sinisterra impregna de nuevo aliento pues cierto aire de suspenso rodea al argumento, y así la inquietud se apodera del espectador y lo obliga a preguntarse qué es lo que está viendo, si es ficción o no.
La puesta en escena, cuya dirección comparten Virgilio Valero, Bernardo Menéndez y Raquel González, privilegia al texto y al trabajo de los actores. Apenas utilizan unos dados que cumplen diversas funciones de utilería, los actores se mantienen todo el tiempo con el mismo vestuario, que se supone sea su ropa de entrenamiento. Todo fue concebido en blanco y negro, todo fue diseñado con sencillez para que el texto cobre real dimensión y los actores cumplan su rol.

Hay momentos deliciosos como ese donde el personaje del director monta con los actores una escena que debe ser determinante en el desarrollo de la trama, porque define la trayectoria de los personajes y el nivel interpretativo de los actores, y es aquí donde el actor Virgilio Valero da muestras de su extraordinario talento. Bernardo Menéndez, como el encargado de la limpieza, también realiza un excelente desempeño como el “narrador” de lo ocurrido tras las bambalinas.
Entre “diálogos inexistentes” y monólogos “improvisados” para salvar el “bache” de la representación transcurre el tiempo de la “función”. El espectador habrá presenciado cómo transcurre un montaje teatral, y habrá encontrado en este pequeño grupo humano una muestra del entorno social  en que vivimos donde se cuestiona ejercicio del poder, la capacidad de soñar de los seres humanos,  los límites entre el teatro y la vida.

Teatro Ensayo Gestus, que llega del Ecuador, vuelve a mostrar su rigor y su profesionalismo, su atinada sentido al seleccionar el texto, su regusto por el teatro donde el humor es herramienta para cuestionar y tratar de entender el mundo en que vivimos.

 

 

CUBA COMTEMPORÁNEA

 

TRAS LOS QUINCE DEL FESTIVAL

 

Por AMADO DEL PINO | noviembre 4, 2013 5:21 am

 

Después se han tornado más sofisticados y hasta retóricos, pero en mi juventud un momento clave en las fiestas de las muchachas que cumplían quince era obtener la cajita con la clásica ensalada fría, las croquetas y ese pan con pasta que nos daba energía para bailar y hasta, alguna que otra vez, enamorarnos.

Los “quince” del Festival de Teatro de La Habana me regalaron algunos sabrosos momentos y otros en que el producto del brindis acusaba pobreza o retórica.

Me hizo feliz asistir a dos obras de Virgilio Piñera, fundador de nuestra dramaturgia contemporánea y objeto de mis humildes pero continuas reflexiones.

El flaco y el gordo, dirigido por nuestro consagrado director y dramaturgo José Milián, es un espectáculo dinámico, inteligente y agradable. Hubiese preferido menos textos agregados. Son pocos pero me sobran en su mayoría. Milián fue amigo de Piñera y sabe interpretar las claves de su sarcástico juego pero hay como un leve paternalismo con el público, un afán alguno ingenuo de actualización.

Acertada y sabia resulta la dirección de actores y excelente el desempeño de los jóvenes intérpretes Alejandro Rodríguez y Fabián Mora.

De Ecuador llegó Piñera con otro texto de los menos representados. Falsa alarma, en la puesta en escena del cubano Bernardo Menéndez y el ecuatoriano Virgilio Valero, es fiel a la letra y el espíritu de esa más bien absurda y tan compleja como fascinante obra de Piñera.

Teatro Ensayo Gestus sobresalió entre lo que pude ver en el Festival de La Habana que acaba de concluir por la integralidad de su diseño, el buen nivel interpretativo y la pujante fluidez de sus soluciones escénicas.

Despido mi testimonio de los espectáculos vistos en las últimas jornadas con dos unipersonales.

El Bachín Teatro de Argentina presentó Mientras cuido de Carmela. El actor Manuel Santos sostiene una situación interesante, la de ese padre que cuida de su hija y la va incorporando a sus intensas preocupaciones.

Es una lástima que la agudeza y la belleza de algunos textos no se permitiera alguna pausa, un uso más variado del espacio. Uno se deja arrastrar por el vendaval de palabras y acciones físicas, tiende a simpatizar con las preocupaciones de este hombre muy actual, pero el torrente verbal y la frontalidad de la puesta hacen asomar la oreja de la saturación.

La cubana residente en Valencia Ana Victoria Pérez sí acude a variados efectos y estrategias para hacernos pasar un buen rato y a la vez emocionarnos con Bel la Bella. El texto de la dramaturga española Antonia Bueno alcanza en el decir y en el cantar, en la voz y los silencios de Bebé Pérez, un deseable equilibrio entre la travesura escénica y la plasmación de la melancolía.

El público respaldó esta edición de un Festival que no mostró especial riqueza en los horarios. Durante uno de los encuentros teóricos la editorial Tablas Alarcos proclamó la cercanía a los cien títulos publicados. Se realizó un encuentro de dramaturgos. Otra vez concentrado en una generación. Los organizadores no se cansan en esa limitante costumbre y mi voz tampoco se aburre de expresar su desacuerdo.

No estuvieron mal “los quince” de la fiesta habanera del Teatro. Aplaudo brevemente y levanto la mano para pedirle más en próximas ediciones.

 

 

http://www.cubacontemporanea.com/tras-los-quince-del-festival/

 

“PLACER E INTELECTO EN LA LECCIÓN ECUATORIANA”

 

Autor :  Roberto Gacio Suárez. Investigador, crítico y actor. Miembro de la UNEAC y ex presidente de su Sección de Teatrología y Crítica de la Asociación de Artistas de las Artes Escénicas. Investigador del Centro Nacional de Investigaciones de las Artes Escénicas, Ciudad Habana, Cuba. Ostenta la Distinción por la Cultura Cubana.

 

Una de las propuestas escénicas más destacadas del XI Festival de Teatro de la Habana resultó  “La Lección” de Eugène Ionesco a cargo de TEG + TEG (Teatro Ensayo Gestus y Teatro EXperimental Guayaquil), Ecuador, bajo la dirección del cubano Bernardo Menéndez, en la Sala Hubert de Blanck.

 

Lo primero que atrapa nuestra atención es la hermosa visualidad del espectáculo a partir del ámbito escenográfico sintético y sugerente, acerca de un ligar a otro, de una casa a la manera de los decorados de obras para niños. Sus puertas, ventanas y paredes brindan inteligentemente una imagen ingenua negada por la acción dramática y la puesta en escena, que avanzan inexorablemente como el mecanismo de un reloj, hasta el insólito final de la pieza. Valero y Salvarezza son los autores de la visión plástica de la representación, que complementa y consolida el concepto del director.

 

Con posterioridad descubrimos la aprehensión por parte de Menéndez del discurso textual ionescano. Lo consigue con agudeza al traspolar las claves esenciales y crueles, de las enfermas relaciones humanas, a través del absurdo, sin sentido pleno de significados que el autor rumano-francés nos lego.

 

De hecho la dramaturgia espectacular desentraña los códigos verbales, detrás de los cuales se intuyen segundas intenciones, también se establecen con nitidez los giros o nudos significativos de la historia. Una clase fallida donde la alumna y el profesor se muestran incapaces, ya que la comunicación no se logra, y las frases y conceptos sólo consiguen desatar la violencia que concluirá en la muerte. Entonces el ritual se repetirá y cobrará una nueva víctima que engrosará la lista fatal.

 

Ese carácter cíclico como, idea rectora de la mise en scene se precisa mediante la composición de los movimientos de los actores, en sentido geométrico, rectangular, extracotidiano, propio de marionetas sin hilos o figuras que remedan los dibujos animados.

La selección de los colores del vestuario en sus distintas gradaciones y valor sígnico, coadyuvan al diseño general, cuya factura, cercana a una caja de juguetes o bombones, encierra por el contrario el horror y la abyección.

 

Además de lo humorístico de las situaciones imbricadas a la gestualidad e intencionalidad de los textos, se trasunta el soterrado conflicto entre el opresor y el oprimido, segunda lectura que nos ofrece la escenificación. Otro acierto lo constituye la dirección de actores, Teresinha Mutinho con encantadora gracia sostiene su alumna en la cuerda de niña consentida, irreflexiva y juguetona, para ello utiliza los tonos agudos y los movimientos de una muñeca animada. La criada bajo la responsabilidad de Marina Salvarezza resulta brillante por la verticalidad de la figura y la síntesis expresiva, tanto física como psíquica, unidas a un decir impecable y sentencioso que le permiten descollar dentro del elenco. Por su parte Virgilio Antonio Valero, consigue una caracterización interno-externa rotunda del profesor, que denota su retorcida y enfermiza personalidad con el dominio corporal en sus desplazamientos y el conjunto de sus acciones sinuosas. Se une a lo anterior, la transformación exterior, cuidadosa y certera en maquillaje y peluca. Además sus registros vocales ricos en matices, intencionalidad y limpias transiciones resaltan su maestría artística.

 

Podemos afirmar que en “La Lección”, las formas y el fondo establecen una enriquecedora interrelación. La absurdidad del asunto se esclarece sin caer en simplificaciones, que en otros espectáculos parecidos hemos visto. El misterio insondable de algunas conductas humanas permite que los espectadores se diviertan y reflexionen a la vez. El público habanero que abarroto la Sala en las dos funciones, se levantó como un resorte después del desenlace, y con fuertes y prolongados aplausos premio la calidad de la representación y a sus creadores.  El placer del preciso juego teatral con la agudeza intelectual, presidieron la entrega feliz del grupo ecuatoriano.

 

 

 

27 de Septiembre del 2003.

Ciudad de la Habana, Cuba.

 

 

UN FÉRETRO DE LUJO

 

25 de Septiembre, 2005

Por: Abel González Melo

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El buen gusto es algo que el teatro tiene o no tiene. La puesta en escena de Bernardo Menéndez sobre “QEPD (Que en paz descanse)” del guayaquileño José Martínez Queirolo, con Teatro Ensayo Gestus, demuestra que no siempre ese buen gusto, o esa belleza que desearíamos perenne en las puestas en escena, necesita del estallido de colores o de la fanfarronería al idear un montaje con mucha escenografía o abundantes movimientos físicos. La respuesta de este grupo ecuatoriano ante la palabra serena y punzante del autor seduce en su irrupción directa, en el cuidado de la imagen y en la agudeza con que gesta una teatralidad desde la inmanencia textual, sin concesiones que abaraten la relación con el auditorio o con el momento histórico que acoge al espectáculo.

Ya en la pasada edición del Festival de Teatro de La Habana este colectivo, bajo la dirección general de Virgilio Antonio Valero, había impresionado al público capitalino con “La lección”, cuidadoso ejercicio de estilo a partir de la pieza de Ionesco, no sólo abocado a las márgenes de la absurdidad sino inquietado por pulsar los terrenos de la incomunicación contemporánea y los mecanismos de intoxicación del didactismo.

Gracias a Gestus ahora el espectador cubano puede conocer la dramaturgia de José Martínez Queirolo, quien representa en Ecuador lo que para nosotros pudieran ser Abelardo Estorino o Antón Arrufat, en sus búsquedas divergentes pero marcadas por un afán de cambio y vanguardia. A títulos como “Las faltas justificadas” se une “QEPD”, el relato del matrimonio Ruibarbo (Simón y Enriqueta), quienes, recién fallecidos en un accidente de tránsito, tienen la posibilidad de “exorcizar sus demonios y encontrar que en vida ya estaban muertos”.

Ambos personajes, pertenecientes a la más alta clase social ecuatoriana, se hallan al principio de la historia en un estado como de hipnosis post mortem del cual lentamente se recuperan. El asistir a los funerales y presenciar las caras y actitudes de cuantos los rodean los hace ir bosquejando su universo infecto y sórdido, donde la doble moral y la desmedida superficialidad del peldaño burgués arman un retablillo farsesco y macabro. Dentro de este espacio, enmarcado por una escena muy limpia donde el piso cuadriculado en blanco y negro termina en un par de columnatas grises, los actores Virgilio Antonio Valero y Montse Serra aparecen combinando entre sí las gamas de estos colores extremos, como si toda la visualidad descansara en un empaque de lujo que paulatinamente se va deshilvanando. Los trozos de ropa-cuerpo que se arrancan uno al otro van tornando visibles las venas de las piernas, brazos y pechos, artesanalmente colocadas sobre las telas, como para redondear el acento de teatralidad. También las actuaciones se componen desde un minucioso cuidado de la dicción, que al combinarse con el movimiento escénico y con códigos muy precisos, entregan resultados de altos quilates. La joven Serra nada tiene que envidiar al experimentado Valero: el dueto se hace uno en el tono y el timbre de género, lo cual conduce tanto a la risa como a la reflexión mediante el sarcasmo y la ironía.

Muy importante para el discurso global resulta la pantalla en la que se proyectan a cada rato paisajes donde la realidad del relato se hace manifiesta. Así vemos gente que fuma en el funeral, o pies que avanzan, o la mosca en la nariz de ella, o las rosas cayendo sobre el cristal del féretro, hasta que estas imágenes recrean figuraciones expresionistas muy a tono con la temperatura interna de los caracteres. La combinación del audiovisual con el rico juego escénico conseguido por Menéndez hace de “QEPD” una estrategia dinámica de alta factura, que por su rigor conceptual y la excelencia de sus interpretaciones se instala ya entre lo mejor de la muestra internacional de esta cita habanera.

 

Fuente: Boletín PERRO HUEVERO, XII Festival de Teatro de La Habana

 

 

L @ S    P E R I C @ S

Una lectura actualizada de Teatro Ensayo “Gestus”

 

Por Roberto Gacio Suarez Investigador, crítico y actor cubano. Miembro de la Asociación Internacional de Críticos y de la UNEAC.

 

 

Los cincuenta años de la vigente y muy reconocida obra teatral: L@s Perica@s, del cubano Nicolás Dorr fueron celebrados en la habana. Los principales responsables de este homenaje resultaron los integrantes del grupo Teatro Ensayo “Gestus” de Guayaquil, Ecuador. Asombra todavía que con sólo 14 años, Dorr haya escrito esta pieza y con posterioridad, fuera seleccionada como una de las 10 obras de la vanguardia teatral en América Latina.

El texto de Dorr pertenece al género de la farsa y mezcla entre sus ingredientes el humor negro y el absurdo. Virgilio Antonio Valero al frente de “Gestus” concibe una versión lúdica, austera y a la vez pródiga  en un humor acido terrible, propio del llamado teatro de la crueldad. En su concepción los tonos claroscuros definen la atmósfera, a veces pavorosa y también caricaturesca, de la puesta en escena.

Por supuesto; tanto los conceptos y la manera de proyectar el conflicto; responden a la idiosincrasia, a los referentes sociales y específicos del país sudamericano. De ahí la intencionalidad de los diálogos y el tempo-ritmo que impera durante todo el espectáculo.

Una lectura inteligente, actualizada y posmoderna, que se refiere a las luchas o debates racionales y al eterno problema entre oprimidos y opresores. Ese énfasis preside los enfrentamientos y el desarrollo de las situaciones dramáticas del espectáculo.

En cuanto a la visualidad concebida para la representación, vale destacar la distribución espacial, el diseño de movimientos y agrupaciones, las coreografías eficaces que responden en todo momento a psicologías y contradicciones de los caracteres. Los monólogos de los actores-actrices, semejan discursos políticos o pudieran tener como inspiración los mismos, son posiciones contrapuestas que denotan el ambicioso afán de poder y el antagonismo de base financiera.

El vestuario a cargo de Valero y Bernardo Menéndez, al igual que la dirección, el sonido y la escenografía, poseen la coherencia de una puesta, no sólo bien pensada, sino fundamentada en una sólida investigación. Mezcla de estilos, efectos visuales, lo elementos contrapuestos, reflejan el sentido posmoderno, el afán por colocar a esta dramaturgia en el lugar de vanguardia que todavía ocupa.

Las luces, a cargo de Menéndez y Erwin Guale, cumplen su función dramática y expresan los procesos transicionales de la representación, no solo crean énfasis sino que dan relieve a las facetas sombrías y a las radiantes que los directores han concebido.

Sólo recomendaría para sucesiva evolución de las representaciones, quizás, algunos eficaces cambios de dinámica entre algunas escenas y las subsiguientes, que agilizarían, sin perder su estilo y la propuesta del grupo, la historia narrada.

Considero que descubrir una manera-otra, de revela  un texto ya conocido y valorado, nos hace felices, nos congratula a espectadores y especialistas.

Las actuaciones participan desde su diseño y concreción del significado total de la versión. Síntesis de las diversas posiciones que cada una de las diversas ancianas defienden, se caracterizan por su desenfado y una gestualidad adecuada, a la vez por los limites auto impuestos por sus situación en la sociedad a la que pertenecen.

Sobriedad y brillantez se hallan presentes en la esperpéntica máscara de la Felina de Fernando Villao, cuya voz de sólidos armónicos empasta efectivamente con la reprimida y represiva Serafina de Bernardo Menéndez cuya intencionalidad sutil y cínica destacan. La Panchita de Virgilio Valero se caracteriza por una perfecta dicción, gestualidad depurada y refinamiento sarcástico que definen su trabajo escénico.

Junto a ellos la Rosita, sostenida interpretación gestual y vocal de Azucena Mora, aparente víctima que se convierte en victimaria, en una escena final significada por la agudeza en la intención, el subtexto y la expresión psicofísica de la actriz. También vale mencionarla eficaz intervención de Milton Gálvez como Armando, el hijo problemático de Rosita.

El público que asistió a la Sala Hubert de Blanck en los primeros días de Abril salió agradablemente complacido con L@s Peric@s del grupo “Gestus”, porque nos trasmitió con arte y hondura, la dramaturgia de Nicolás Dorr, desde un punto de vista diferente y enriquecedor, ha dejado en todos un regusto entre nosotros, en espera de su ya anhelada próxima visita.

 

 

www.entretelones.cubaescena.cult.cu


 

Norge Espinosa Mendoza.(1971) . Escritor cubano. Graduado de la Escuela Nacional de Teatro en 1992. Desde adolescente se vinculó a grupos teatrales y talleres literarios. En 1989 obtiene el Premio de poesía El Caimán Barbudo con su primer cuaderno: Las breves tribulaciones editado en 1993 por Ediciones Capiro. En el año 2000 Ediciones Unión presenta el poemario Las estrategias del páramo, que recoge su obra poética escrita entre 1989 y 1997. Gana la beca Prometeo para jóvenes poetas de la revista cultural La Gaceta de Cuba por su cuaderno Muertes paralelas.. Es jurado del premio Internacional de Poesía Raúl Hernández Novás. Sus poemas cierran la selección Las palabras son islas, que acoge los mejores textos poéticos del siglo XX en Cuba. Se desempeña actualmente como jefe de redacción de la revista Tablas. En 2011 tomó parte del jurado que otorgó el Premio Casa de las Américas correspondiente a 2010, en la categoría de Ensayo Artístico Literario. Ha publicado poemas en México, España, ColombiaPuerto Rico.


 

ENTRE PERICAS ANDA EL JUEGO

Por Norge Espinosa Mendoza.


 

El Teatro Ensayo Gestus, de Ecuador, es ya un grupo que puede contar con algunos fieles en nuestro país. Con varios montajes (entre ellos La soprano calva, de Ionesco), se han acercado a festivales y ciudades como La Habana y Matanzas. Ahora regresan para hacerle a Nicolás Dorr un regalo insólito: la puesta que han creado a partir de Las pericas, y con la cual se celebra el medio siglo de su estreno. Prefiero no detenerme en el delicado detalle de que, salvo por estas funciones, pareciera no recordarse dignamente el acontecimiento que fue la llegada de aquel nuevo autor, y de su hermano Nelson, a la escena de 1961 con aquel grand guignol que hizo recordar a muchos los desacatos de Alfred Jarry. El montaje de Gestus amerita elogios, y nos dejó a todos festejar con el autor de “Una casa colonial” esos cincuenta años en los que estos personajes han recorrido no pocos coliseos, con la misma carga de risa, frescura y drama que se amalgama en esa pieza singular de manera irrebatible.

Gestus ha elegido confiar las tres hermanas enloquecidas a actores masculinos. Ello, que puede ser la nota más curiosa del montaje, no resulta una disonancia en tanto el propio concepto de la obra puede asumir, en su rejuego grotesco, esas y otras mascaradas. Así, Bernardo Menéndez, Fernando Villao, y Virgilio Valero dan vida a Felina, Serafina y Panchita, mientras que una destacada actriz, Azucena Mora, asume a Rosita. La puesta pone énfasis en la tríada de mujeres delirantes, a las que viste en variantes de blanco y negro, añadiendo pequeños toques de color en sus abanicos y pamelas que emplean, sobre todo, en la célebre escena de “La danza de los pericones”, el momento más conseguido de todo el espectáculo por su acertada combinación de música, baile y humor. Ahí, el público pudo sentir nuevamente el aliento de lo que seguramente deslumbró a los primeros espectadores de esa pieza firmada por un autor adolescente, que sin piedad retrataba al absurdo mundo de los adultos desde el tono despiadado de los juegos infantiles. Sin afectaciones inútiles, asumiendo a sus personajes femeninos en tanto piezas de un retablo cruel, los actores logran ser convincentes, y en particular Virgilio Valero sacó buen partido del famoso monólogo de Panchita. La puesta en escena debe librarse de ciertos apagones innecesarios que funcionan como cortinas entre los cuadros que la componen, y podría reforzar las luces para dar más importancia a varios parlamentos de Rosita, que al menos en lo visto en la sala Hubert de Blanck, pronunciaba varios bocadillos importantes fuera de las zonas mejor iluminadas. En algún momento de la banda sonora, cargada de alusiones a la política ecuatoriana de ahora mismo, se oye al propio Nicolás Dorr entonando sus estrofas. Desde ese acento que deviene guiño y juego sobre el juego que es ya Las pericas, este montaje sencillo, sin pretensiones extraordinarias pero bien defendido por sus intérpretes nos dejó no solo aplaudir nuevamente a Gestus, sino también volver los ojos a esta obra, para saber que sus personajes seguirán acompañándonos (quizás) al menos por otro medio siglo.

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